Un 29 de enero de 2012, con 17 años, inauguraba el blog que
me acompañaría y que todavía mantengo, aunque con algún que otro paréntesis en
el tiempo.
Le escribía al Poder en mi segunda entrada, creía verlo en
los políticos y les confesaba la gran desilusión que habían sembrado. Tras mi
testimonio finalizaba el escrito pidiéndoles madurez, aunque no mucho más tarde
entendí que, para lograrlo, antes debían pasar por un cambio de valores y de
sentidos.
Por aquel entonces éramos muchos los que, indignados, desilusionados
y desencantados, tomábamos la calle para protestar contra el bipartidismo de
pandereta: el que nos negaba cada año nuestra soberanía como pueblo.
No querían que nos quejáramos de sus desahucios, de su
corrupción, de sus pactos, de su tiranía, de su soberbia, de su totalitarismo;
de su sumisión al poder financiero. Nos acusaban de haber vivido por encima de
nuestras posibilidades, cuando fueron ellos los que vivieron por encima de
ellas: robando de las arcas públicas y evadiendo a paraísos fiscales,
derrochando lo ahorrado y colocando a sus amiguetes de cortijo. Los mismos que
luego presumían de patriotismo y de marca España.
La gente pasó de insultarlos conforme aparecían en el
telediario a movilizarse para lograr el cambio. La gente dijo BASTA. Gente corriente,
con el sentido común necesario para ver que se estaba cometiendo un delito de
traición a la patria.
Ayer fue Andalucía y hoy es el resto. Marchemos juntos para lograr
que en Noviembre sea el legado de Botín quien abandone las instituciones,
permitamos que sea gente decente quien las gane.