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Acabas de llegar a Mi Rayada Mental.
Recuerda echar la llave al salir, no quieras que brote lo encerrado.


viernes, 29 de enero de 2016

Casualidades


Según la sucesión de acciones en el tiempo, existen dos tipos de personas: los que la atribuyen a la casualidad y los que no dudan en que todo está escrito. 

El azar nos da la consciencia suficiente para sortear infinitas situaciones; concediéndole a la disonancia al menos una razón para sentirse armonía. El destino es un acto de debilidad individual que busca justificar la eventualidad, solucionando el porqué de cualquier circunstancia; librándonos de toda duda desde su origen.


No sé cuantas debilidades tengo, y a veces siento que ésta es la mayor que poseo. 

La duda. 

Algunos dicen que la misma ofende mas otros se suman al rizo perpetuándola.  A pesar de ello, nos gustan los consejos. Algunos te ofrecen su perspectiva; si es distinta, mediante preguntas la intentamos encaminar hacia la nuestra para brindarnos así más credibilidad. Si es semejante, una oleada de confianza nos invade aunque sólo sea por unos instantes. Quizás entonces, el segundero, ebrio, haya perdido la cuenta de números abrazados, y en acto de titubeo, aún en este invierno, haya desistido por nosotros.

 Sin darnos otra casualidad.

Arrastrando todas las dudas y aceptando que no siempre se pueden encontrar respuestas. Sumiéndonos de nuevo en la inconsciencia, aunque esta vez conscientes seamos.

Entonces, reiteramos; la incertidumbre acomete y los “y si” nos invaden. Ahora la duda quiere resolverse interviniendo, y volvemos a los consejos.

Somos humanos, rayarnos es nuestro defecto. 


miércoles, 20 de enero de 2016

Hay días



Lo primero que hago al despertar es mirar el cielo, pese a que la claridad ciegue incluso a mis legañas; absorber su azul más intenso aunque frío de enero. Mis párpados siempre planean llevarme hasta la nube más alta: resistiendo para poder cargar sus ansias de febrero, creyendo que de pestañear ese tren se marcha. Evitándome ahogar en el baúl de sueños incompletos.

Cuando hace raso mi humor y mis ganas visten de gala. Y cuando no, tiro de daltonismo pasional y siempre me lo invento.

Podría pasarme toda la mañana contemplando sus alas, recorriendo la infinidad de puntos que conforman el horizonte, y, dependiente a su adicción, dejarme hipnotizar mientras sus rayos me atraviesan. Mi único pesar entonces es el de no tener vista para 360 grados, envidiando a aquellos que sí que pueden volarlo de un extremo a otro.

Hay días en los que pretendiendo invertir, finalmente me quedo estancada en escala de grises. Buceando por mi galería entre cientos de segundos enmarcados encuentro rápidamente las sonrisas que fueron a medias, aunque nadie supiera reconocerlas.  En ellos, jadeo sus segundos  por si de aspirarlos sus cenizas se esfuman y transforman al día en Día. En aquel azul intenso.

Hay otros en los que me arrepiento de las noches. Del pesar y no pesar. De dos cucharadas de delirio y otra de éxtasis. Del pasar y no pasar. Después de éstos, los días se suceden y nada se escucha; y, cuando se encuentran, rápidamente las miradas se fugan. Juegan a desjugar lo jugado; avistando como objetivo las baldosas que se pisan. Al fin y al cabo, es recíproco… al igual que el Ser se empeña constantemente en huir del Humano: dejando al descubierto situaciones sinsentido.

En los siguientes, despierto plantándole una sonrisa a lo anterior, por si de sonreír los bucles se descodifican. Evitando los encontronazos cual avestruz se esconde mientras pierde la cabeza. De todas maneras, no hay juicio de por medias.


miércoles, 6 de enero de 2016

Yo también creí en los Reyes Magos

Señoras y señores creyentes:

Lo confieso: algún día creí en los Reyes Magos. No pasaba todo el año intentando ser buena para obtener una recompensa al siguiente; crecía cada día con la educación que me daban mis padres, aprendiendo que en las promesas no podían caber mentiras. Prometer como ley moral.

Por aquel entonces no me paraba a preguntarme si yo era republicana, básicamente porque ni siquiera conocía su significado, tampoco el de rey. Aunque sí me preguntaba que por qué no había ninguna Reina Maga. O por qué en las cabalgatas los Reyes Magos llevaban barbas de pega, o por qué en muchas ocasiones le veía a Baltasar las manos blancas y la cara con churretes. Los niños son soñadores, pero no tienen ni un pelo de tontos.

Si en la década de los 90 hubiesen existido ayuntamientos que establecieran a mujeres como reinas magas e incluso las llamaran republicanas, me habría sentido igual de ilusionada, aunque sí es verdad que la primera duda habría quedado resuelta. Por mucho que os moleste, es una celebración tan generalizada y asentada en nuestra vida que trasciende la religión y, por supuesto, la política. Pero no es política el hecho de que una mujer pueda realizar el papel de maga al igual que un hombre.

La noche de reyes yo era la primera que estaba durmiendo por si de no hacerlo no se pasaban por mi casa. Con la mayor ilusión del mundo, esa que tienen los niños. Les dejaba tres vasos de leche y un plato con polvorones de los que al día siguiente no quedaba rastro. Mi mayor miedo en aquellas fechas era que se olvidaran de mí.

Nunca asistí a una clase de religión; me saltaba todos los pasos que conlleva para los "creyentes" la Navidad. Pongo las comillas porque los niños de mi edad nunca hacían mención a la religión cuando la celebraban. Al igual que no se preocuparon por mí por no creer en su dios cuando supieron que no haría la comunión, sino porque me iba a quedar sin regalos.

Entendía a Papá Noel y a los Reyes Magos como al Ratoncito Pérez, sin nociones religiosas. La Navidad era, y es, para mí una costumbre en la que te daban vacaciones para poder aprovechar todo el tiempo posible con la familia, unas semanas mágicas que culminaban con la visita de tres magos que recorrían el mundo en una sola noche. Creía incondicionalmente en ellos. En la magia.

Así que... por favor, no me sean ridículos intentando que, por el mero hecho de no ser creyente (porque “creyentes” hay muchos), no me sienta identificada con estas fechas, no crean que sólo a vosotros les pertenecen. Mi familia es mía, no es vuestra (al igual que la suya es vuestra, y no mía). Yo celebro en estas fechas que todos estamos de vacaciones y que podemos estar juntos, y claro que recibo regalos. De ellos, que son lo más mágico que tengo.