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miércoles, 6 de enero de 2016

Yo también creí en los Reyes Magos

Señoras y señores creyentes:

Lo confieso: algún día creí en los Reyes Magos. No pasaba todo el año intentando ser buena para obtener una recompensa al siguiente; crecía cada día con la educación que me daban mis padres, aprendiendo que en las promesas no podían caber mentiras. Prometer como ley moral.

Por aquel entonces no me paraba a preguntarme si yo era republicana, básicamente porque ni siquiera conocía su significado, tampoco el de rey. Aunque sí me preguntaba que por qué no había ninguna Reina Maga. O por qué en las cabalgatas los Reyes Magos llevaban barbas de pega, o por qué en muchas ocasiones le veía a Baltasar las manos blancas y la cara con churretes. Los niños son soñadores, pero no tienen ni un pelo de tontos.

Si en la década de los 90 hubiesen existido ayuntamientos que establecieran a mujeres como reinas magas e incluso las llamaran republicanas, me habría sentido igual de ilusionada, aunque sí es verdad que la primera duda habría quedado resuelta. Por mucho que os moleste, es una celebración tan generalizada y asentada en nuestra vida que trasciende la religión y, por supuesto, la política. Pero no es política el hecho de que una mujer pueda realizar el papel de maga al igual que un hombre.

La noche de reyes yo era la primera que estaba durmiendo por si de no hacerlo no se pasaban por mi casa. Con la mayor ilusión del mundo, esa que tienen los niños. Les dejaba tres vasos de leche y un plato con polvorones de los que al día siguiente no quedaba rastro. Mi mayor miedo en aquellas fechas era que se olvidaran de mí.

Nunca asistí a una clase de religión; me saltaba todos los pasos que conlleva para los "creyentes" la Navidad. Pongo las comillas porque los niños de mi edad nunca hacían mención a la religión cuando la celebraban. Al igual que no se preocuparon por mí por no creer en su dios cuando supieron que no haría la comunión, sino porque me iba a quedar sin regalos.

Entendía a Papá Noel y a los Reyes Magos como al Ratoncito Pérez, sin nociones religiosas. La Navidad era, y es, para mí una costumbre en la que te daban vacaciones para poder aprovechar todo el tiempo posible con la familia, unas semanas mágicas que culminaban con la visita de tres magos que recorrían el mundo en una sola noche. Creía incondicionalmente en ellos. En la magia.

Así que... por favor, no me sean ridículos intentando que, por el mero hecho de no ser creyente (porque “creyentes” hay muchos), no me sienta identificada con estas fechas, no crean que sólo a vosotros les pertenecen. Mi familia es mía, no es vuestra (al igual que la suya es vuestra, y no mía). Yo celebro en estas fechas que todos estamos de vacaciones y que podemos estar juntos, y claro que recibo regalos. De ellos, que son lo más mágico que tengo.

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