Todo podría estar bien; podría seguir bien, y lo sabes.
Él insistía; ¿por qué continuarla?
Tuvimos tiempo, suficiente, para hacer rutina la novedad;
para fugarnos con la evasión, y perdernos;
para fantasear con el sueño, y el deseo;
para burlarnos de la noche, y agotar amaneceres;
para fundirnos en un beso, y condensar en uno solo.
Aquella rutina primitiva pronto nos abandonó, y debilitó.
La inseguridad se hizo cómplice del paso del tiempo,
y juntos nos dominaron.
De repente, te fugaste; me ignoraste.
“podría, podría, y lo sabes”: ahora tú lo olvidaste.
Condicional, ¿a cambio de…?
… podría, podría, y lo sé, y así perpetuamente.
No quiero hacer de la vida condición;
te pienso, te sueño, te quiero;
pensaste remedios, demasiado tarde.
Desde entonces,
sigue el tiempo luchando por consumirlos:
brindándome otros nuevos, aferrándome al horizonte.
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