Unos brazos
perpetuos ahogaron su voz en un mar de lágrimas que parecía tempestad.
Esos brazos algún día la
acariciaron e incluso la abrazaron.
Los que un día la apartaron,
hasta convertirlo en pura rutina.
Eran ellos el soporte de
flores vacías que pretendían llenar la mirada del miedo. Pretendían barrer lo
caído con falsas promesas, mentiras piadosas.
Unos brazos castigados en una
mente asesina.
¿Algún día la
amaron?
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