(!)

Acabas de llegar a Mi Rayada Mental.
Recuerda echar la llave al salir, no quieras que brote lo encerrado.


miércoles, 21 de noviembre de 2012

Un vistazo atrás



Matemáticas, sólo sé que si integro a una amistad perdida, no volverá a ser aquella que fue. Ni elevada al cubo y dividida entre tres ni hostias. Fue bonito mientras duró. Ahora, ¿a otra Cosa?
Aunque siempre quedarán las despedidas sin bienvenidas en encuentros inesperados.
"Las personas evolucionan", pero los cambios no simbolizan lo negativo... crecer en todo aspecto, y crecer juntas conlleva a aceptarnos. Igual que lo hicimos cuando nos conocimos. 
Si esta vez no quisiste ni si quiera intentarlo es por alguna razón más que la de "somos muy diferentes". Algún motivo de fondo, porque no me explico qué le llevó, a la voz de mi Otra Mejor Amiga, a perder aquel tono que tanto conocía y quería. Aquel que me alegraba cada mañana y, otro, que disipaba mis repentinos malos humos.
Aquellos ojos expresivos que rara vez soltaron lágrimas, pero que en el fondo eran unos moñas; que sufrían de miopía, pero que veían más allá de un simple día lluvioso de Otoño.
Allí donde unos veían una figura distante y fría, yo veía a un risueño Equinoccio; experta en chistes malos y con ansias de conocimiento. Con un doctorado en pisotear hojas secas, y vaga a más no poder, pero que un día tuvo el valor de salir conmigo a rodar.
Aquella que habría saltado por la ventana si alguna cucaracha la hubiese acorralado, y que habría movido Tierra y Mar para hacerse con un bono de cine indefinido.

Exagerada, me dijo. No podía quedarme de brazos cruzados mientras veía cómo cada día más se perdía. Cómo debe sentirse una, tras no tener otra que recomponer los pedazos de pedestal que derribó Nadie sabe qué.
Exagerada, por intentar mantener a pulso uno de los pilares más importantes de mi adolescencia, forjado y fortalecido durante años.
¿Y ahora qué nos queda? A parte de innumerables conos de chocolate y de chocolate de La Flor de Levante; a parte de los abrazos reabrazados durante todos esos años; de conversaciones que algunos creyeron prohibidas. A parte de interminables instantes congelados, que burlan el cambio, y aun nos recuerdan.

Tía, ¿qué nos queda? Porque ahí sigues, observándome cada mañana desde mi mesa, callando, y no sé si ríes, lloras o piensas; si aun recuerdas, o si me enterraste en el cajón del olvido evitando e ignorando mis ecos.


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